Diversas
personalidades platenses destacadas por su dedicación a la temática ambiental,
a fines del siglo pasado, en la década del 90, se pronunciaron a favor del
mejoramiento de nuestro tradicional Paseo del Bosque, declarado por Ley Paisaje
protegido Regional. Nos estamos refiriendo a el Dr. Nicodemo Scenna, Ing.
Ernesto Bozarelli, Don José María Prado, Arq. Julio Morosi y el Prof. Santiago
Olivier.
De las
distintas publicaciones que con esa finalidad realizaron los mismos, se destaca
una, que a entender de ésta Asociación, ha merecido ser publicada en ésta
página. Es la que publicó el diario El Día, en su sección “Opinan los Lectores”.
Hacemos referencia al profesor Santiago Olivier que expresó lo que a
continuación se transcribe y que tiene plena vigencia para valorar la acción
que nosotros y muchos ciudadanos e instituciones platenses estamos realizando
para que la ciudadanía, al visitarlo, no se vea perturbados por las
consecuencias que ocasionan las disputas de partidos de fútbol profesional.
“La
Plata fue obra de políticos y planificadores que soñaron con otro país. Entre
ellos Dardo Rocha y Pedro Benoit. Imaginaron una ciudad a escala humana. Una
ciudad que creciera en un ambiente higiénico y saludable. Un conglomerado
urbano que debería vencer la soledad de la pampa. El nuevo ecosistema estaría
caracterizado por múltiples espacios públicos (plazas y parques) ordenados,
forestados, destinados a la recreación y al esparcimiento, entre ellos el Paseo
del Bosque.
Los
señores feudales no entendían de árboles ni de bosques. La hacienda cimarrona
era su único objetivo. Se necesitó la visión de un estadista para ir cambiando
el paisaje. De aquellos que soñaban con otro país. Domingo Faustino Sarmiento
hizo traer las primeras semillas de eucaliptos. Fue en el año 1858. La tremenda
fortaleza del gigante australiano, su resistencia al frío, al calor y a la
sequía lo ayudarían a vencer al supuesto “desierto”. Sarmiento repartió la
simiente entre estancieros amigos. Martín Iraola fue uno de ellos. Deberían
sembrarlas en sus estancias y quintas de verano. Don Martín delimitó seis
leguas con los eucaliptos del gran sanjuanino. Desde entonces 20.000 árboles
bordearon los bañados de la Ensenada de Barragán. Estaba naciendo el Bosque de
la futura ciudad de La Plata.
La
nueva capital se trazó a partir del Bosque. No sobre el Bosque. Fueron
respetadas 250 hectáreas de las arboladas por Don Martín Iraola. Era parte de
un proyecto que aseguraría la vida física y espiritual de los ciudadanos.
Higiene y estética. Educación, recreación y cultura. Integración social. Los
límites del Paseo del Bosque quedaron enmarcados en un gran trapecio. Sus bases
eran las avenidas 1 y 120. Su corazón latía en los jardines que rodeaban el
casco de la Estancia de Don Martín. Los laterales se desarrollaban dentro de
dos arcos cóncavos. Uno nacía en la avenida 60 y concluía en la 66. El otro
nacía en la avenida 44 y llegaba hasta la avenida 38. Más allá de la calle 120
continuaba la forestación. Se destinaron espacios para el Museo del Perito
Moreno y de Florentino Ameghino. Para el Observatorio Astronómico de Nicolás
Besio Moreno y Félix Aguilar. Para el Hipódromo de los patricios. Para un
velódromo que nunca se construyó.
Muy
pronto se dejaron de lado las ideas progresistas de los fundadores. El
desmantelamiento del Bosque fue implacable. La improvisación y la ignorancia
demolieron el Gran Arco del Triunfo que marcaba la entrada al paseo. Se inició
el desgajamiento de los árboles de Sarmiento e Iraola. Siempre alegando
intereses superiores. Se decía que el progreso no podía ser detenido. Que
solamente el hierro y el cemento consolidarían su bienestar.
El
Paseo del Bosque fue avasallado por el ferrocarril, cercado por rieles de
acero. Las rejas de cárceles y los cuarteles de carceleros invadieron sus
espacios. Se enajenaron tierras que pasaron a manos de especuladores
oportunistas. El Bosque iba perdiendo su biodiversidad, su salud. Se
construyeron canchas de fútbol y caballerizas en lugar de juegos infantiles.
Depósitos de chatarra en lugar de obras escultóricas. Cemento e hierro. Hierro
y cemento. Siempre el vuelo bajo, rasante del facilismo. Siempre la pereza
mental. Siempre en nombre del progreso. “La ciudad caía en arcaísmo” decía el
Prof. de Urraza. “La secuela espuria de la especulación ha marchitado y ajado,
cuando no destruido muchos valores que quisieron insuflarle Benoit y sus
colaboradores” agregaba el Arq. Julio Morosi.
Avenidas
transformadas en autódromos. Rugir de motores. Animales que enloquecen en las
celdas de un zoológico victoriano. Instituciones sociales enajenadas por el
mercantilismo. Vándalos de barras bravas. Estatuas y monumentos arrasados.
Jardines destruidos. Árboles segados. Es el triunfo de la barbarie. La derrota
de las utopias.